Agricultura de Conservación
La agricultura de conservación es un sistema de cultivo que puede prevenir la pérdida de tierras cultivables y a la vez regenerar las tierras degradadas.
Potencia la biodiversidad y los procesos biológicos naturales por encima y por debajo de la superficie del suelo, lo que contribuye a un mayor aprovechamiento del agua y una mayor eficiencia en el uso de nutrientes, así como a la mejora y sostenibilidad de la producción de cultivos.
La agricultura de conservación se basa en tres principios fundamentales que se adaptan para reflejar las condiciones y necesidades locales:

Alteración mecánica mínima del suelo (es decir, cultivo sin laboreo) mediante el depósito directo de las semillas y los fertilizantes. Esto reduce la erosión del suelo y preserva la materia orgánica del mismo.
Cobertura orgánica permanente del suelo (un 30 % como mínimo) con residuos de cultivos o cultivos de cobertura. El mantenimiento de una capa protectora de vegetación sobre la superficie del suelo elimina las malas hierbas, protege el suelo de los efectos de fenómenos meteorológicos extremos, ayuda a preservar la humedad del suelo y evita su compactación.
Diversificación de especies mediante asociaciones y secuencias de cultivos variadas que comprendan al menos tres cultivos diferentes. Una rotación de cultivos bien concebida favorece una buena estructura del suelo, promueve una variedad de flora y fauna edáfica que contribuye al ciclo de los elementos nutritivos y a una mejor nutrición de las plantas, y ayuda a prevenir plagas y enfermedades.
Los principios de la agricultura de conservación son universalmente aplicables a todos los paisajes agrícolas y usos de la tierra, con las correspondientes prácticas adaptadas a las condiciones locales. Las intervenciones del suelo, tales como la alteración mecánica del mismo, se reducen a un mínimo absoluto o bien se evitan, y los insumos externos como los agroquímicos y los nutrientes de las plantas de origen mineral u orgánico se aplican de forma óptima y en cantidades y de modo tal que no perturben los procesos biológicos o interfieran en ellos.
La agricultura de conservación facilita buenas prácticas agronómicas, como la ejecución de operaciones a su debido tiempo, y mejora en general el cultivo de la tierra tanto en la producción de secano como en la de riego. Acompañada de otras buenas prácticas conocidas, como el uso de semillas de calidad, así como la gestión integrada de plagas, nutrientes, malezas y aguas y otros elementos, la agricultura de conservación constituye la base para la intensificación de la producción agrícola sostenible. La agricultura de conservación ofrece mayores posibilidades de integración de los sectores de producción, como la integración entre agricultura y ganadería y la integración de los árboles y pastos en los paisajes agrícolas.